domingo, 29 de noviembre de 2015

Reseña: La luz que no puedes ver (Anthony Doerr)




 Marie-Laure vive con su padre en París, cerca del Museo de Historia Natural, donde él trabaja como responsable de sus mil cerraduras. Cuando, siendo muy niña, Marie-Laure se queda ciega, su padre le construye una perfecta miniatura de su barrio para que pueda memorizarla gracias al tacto y encontrar el camino a casa. A sus doce años, los nazis ocupan París y padre e hija tienen que huir a la ciudad amurallada de Saint-Malo. Con ellos se llevan la que podría ser la más preciada y peligrosa joya del museo.

          En una ciudad minera de Alemania, el joven huérfano Werner crece junto a su hermana pequeña, cautivado por una rudimentaria radio que ambos encuentran. Werner se convierte en un experto en construir y reparar estos aparatos cruciales para los nuevos tiempos, un talento que no pasa desapercibido a las Juventudes Hitlerianas.

         Siguiendo al ejército alemán, Werner deberá atravesar el corazón en guerra de Europa. Hasta que en la última noche antes de la liberación de Saint-Malo los caminos de Werner y Marie-Laure por fin se crucen. Y sus vidas cambien para siempre.



Cuando abrí el libro por primera vez esperaba, con muchas ansias, encontrarme con una historia que me transportara a la Segunda Guerra Mundial, a un sótano con olor a miedo, a algún campo de concentración o a las calles desiertas de alguna ciudad alemana y volver a vivir esa parte cruel de la historia a través de ojos diferentes de los que ya lo había hecho en lecturas anteriores. Así es como Doerr me sorprende. De principio a fin. 

No muy avanzado el relato, entendí que su propósito no era la Segunda Guerra Mundial, que a pesar de ser un elemento necesario, no era lo más importante. Su objetivo iba más allá. Doerr posó su vista en algo que nadie realmente veía pero que resultó esencial. El amor que llevó a la protección, el odio que derivó en guerra, la esperanza y el abatimiento que permanecían mano a mano, y la vida y la muerte jugando al gato y al ratón, todos aquellos viajantes sin equipaje fueron transmitidos una y otra vez por ondas electromagnéticas, como lo desmenuzaría Doerr, llegando en forma de sonido a aquellos oídos atentos y expectantes, dando un mensaje de esperanza a quienes más lo necesitaban. El autor centró su atención en la radio, en el enorme poder que tuvo en aquellos tiempos oscuros, en su aspecto camaleónico, mostrando por turnos sus dos caras, el ser un día una bandera blanca y al otro un soldado más en el campo de batalla.

En esta historia plagada de invisibilidades, en donde se pone bajo la lupa la verdadera capacidad visual del hombre, Doerr nos propone dos protagonistas con vidas totalmente diferentes cuyos caminos se cruzan inevitablemente.
Werner es un joven alemán que vive con su hermana en un pequeño refugio junto a otros niños huérfanos. Si situación es mala y parece empeorar cada día más. Duermen todos juntos, visten con el poco ropaje que tienen y en términos alimenticios, viven el día a día, a duras penas.
Por el otro lado, y trasladándonos a París, tenemos una niña un poco más joven que Werner, que vive junto a su padre, de quien depende para casi todo ya que el destino la privó del mundo visible: a los seis años Marie-Laure quedó ciega, pero no fue algo que la desanimara completamente para seguir disfrutando la vida. Es una muchacha muy vivaz y dotada de mucha inteligencia y sentido común.
Werner encuentra distracción en pequeñas radios caseras que arma con chatarra que encuentra en un basural cercano al refugio donde vive. Pareciera ser el único capaz de visualizar toda la magia que puede transmitir una bobina, un poco de alambre y unos auriculares y es así como llega a pasar horas escuchando la radio, anonadado.
Por las venas de Marie Laure corre la misma sangre eufórica que llenaba a Werner de preguntas, de curiosidad, de inquietud. Su abuelo era quien transmitía el programa de radio de ciencia que Werner escuchaba día tras día junto a su hermana, la pequeña Jutta. El destino, una vez más, trabajará para unir dos caminos y dejar de ello algo muy valioso para toda la humanidad.




Doerr se ha planteado dividir su novela en capítulos relatados por ambos personajes, alternándose según el peso de la historia lo requiera. Con Marie-Laure experimentamos el lado amargo de la guerra y todas sus penurias. 
Seremos testigos de una violentada Francia y presenciaremos, también, el lado B de la historia. Marcharemos con Werner, al ritmo de las Juventudes Hitlerianas, escuchando los susurros provenientes del enemigo, quien tratará de conquistarnos y decirnos que todo está bien. Pero será el mismo Werner, con el toque mágico de Frederick, uno de los personajes más inspiradores de esta novela y punto de partida para las mejores metáforas que se pueden encontrar en la obra, quienes nos ayudarán a cruzar el puente desde el ego y la mentira hacia la verdad y el amor.

Tanto Werner como Marie-Laure crecerán y transitaran diferentes caminos, enfrentaran a un destino poco generoso y, cada uno a su manera, enfrentará la adversidad, hasta que el camino de ambos se cruzará físicamente, para bien de algunos y para mal de otros.

Me atrevo a decir que es una historia que no le permite al lector el más mínimo parpadeo. Además del estilo fresco y ágil, el ritmo que propone es sumamente dinámico. Es un delicado rompecabezas puesto en las manos del lector para ser armado. Los capítulos no siguen un orden cronológico, lo que provoca más de un mareo y mil dudas. Es un ir y venir en la búsqueda de lo oculto. Es una obra plagada de información, una pequeña enciclopedia que nos habla de botánica, del mar, de ondas, de piedras preciosas, de Julio Verne y de la vida. Esto puede parecer quitarle fuerza al relato, desviando la atención de la verdadera temática, que es la importante función que cumplió la radio en tiempos de guerra. Aún así no deja de ser una historia cautivadora.

La luz que no puedes ver es una obra enigmática, con una porción de dolor y una de esperanza a partes iguales. No es un relato más sobre las víctimas y testigos de la Segunda Guerra Mundial refugiándose, escondiéndose, sobreviviendo. Nos habla de aquellas voces que no se quedaron en un sótano y que tuvieron la valentía y el coraje de salir y enfrentarlo todo, en busca de un rayo de luz.  




"Niños, el cerebro está envuelto por una oscuridad total —dice la voz—. Flota en un líquido transparente en el interior del cráneo y jamás recibe luz. Pero a pesar de eso el mundo que construye en nuestra mente está lleno de luz, rebosante de colores y de movimiento. ¿Cómo puede ser que el cerebro, que jamás conoce una chispa de luz, construya en nuestro interior un mundo lleno de luces?"


MI CALIFICACIÓN



2 comentarios:

  1. Me encantó este libro, está escrito con muchísima sensibilidad...
    Un beso

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  2. Lo tengo visto por ahí, pero la verdad es que nunca le había prestado atención argumento. Lo que cuentas no suena nada, nada mal, aunque quizá un tanto intenso para mi gusto, no sé.

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