Título: Mensajes en las paredes del baño
Autor: Julia Walton
Publicación original: 2017
Editorial: #numeral
Desde los 12 años, Adam se siente atormentado por voces y alucinaciones. Pero recién después de un grave incidente los médicos le diagnostican esquizofrenia. Ahora Adam tiene 16 años y –con el apoyo de su madre y el marido de ella, Paul- comienza un tratamiento clínico con una droga experimental. Lentamente, las cosas parecen mejorar. Las alucinaciones todavía lo acompañan pero él puede delinear lo que es real y lo que no, y eso hace la diferencia.
El diario que lleva Adam durante la prueba transporta a los lectores a la mente de un inteligente e ingenioso joven que experimenta y disfruta en silencio los avances de esta “droga milagrosa”. De repente todo parece posible, hasta el amor. Adam se enamora, hace nuevos amigos y es aceptado en el Equipo Académico. Hasta que el tratamiento empieza a fallar…
En un debut brillante, sincero e inesperadamente divertido, Julia Walton crea una tensa historia psicológica con un protagonista al que lector acompañará desde la primera página.
Muchas veces cuando se abordan enfermedades mentales como temática principal en la literatura juvenil, el discurso parece hacer hincapié una y otra vez en los mismos asuntos, tales como el prejuicio o la constante búsqueda de inclusión, como si la aceptación del otro tuviera más peso que la contrariedad en sí que debe sobrellevar la persona.
En Mensajes en las paredes del baño, Julia Walton parece tener la intención de ir más allá de lo tangible e indagar en una mente que sufre y lucha contra sí misma. Para Adam, un adolescente de dieciséis años, no es fácil llevar una vida normal con el incesante desfile de voces y peculiares personajes que se entremezclan con la realidad. Hace poco tiempo atrás le diagnosticaron esquizofrenia y es por ello que, por decisión de su madre y el marido de ella, se encuentra bajo tratamiento con un nuevo medicamento. Ésta resultó ser una buena noticia en forma parcial ya que, no es una enfermedad que tenga cura, pero al menos albergaban las esperanzas de reducir en gran medida sus síntomas. A pesar de sentirse un conejillo de Indias, las alucinaciones no desaparecen, aunque ésta vez es capaz de diferenciar las malas pasadas que le juega su mente de lo que realmente sucede en su entorno.
Con el objetivo de empezar una nueva etapa, alejado de un puñado de personas cercanas a él y que, tras descubrir su enfermedad, lo abandonaron a su suerte, se inscribe en un nuevo colegio. Allí nadie conocerá su condición, por lo que hará un par de buenos amigos, enfrentará rivales y, como todo adolescente con los sentimientos a flor de piel, encontrará el amor... para luego advertir que el medicamento quizás no funciona como debería.
A lo largo de la historia, y relatado como una especie de diario que escribe Adam para su terapeuta, nos encontramos cara a cara con un relato sin pelos en la lengua. Cuenta con la espontaneidad característica de la adolescencia y la angustia inevitable que padecen las personas que en algún momento se han hallado presas de su propia mente.
La obra de Walton, a pesar de no detenerse demasiado en el entorno de Adam, encuentra el espacio necesario para lanzar su crítica social con respecto a las enfermedades mentales. Su relato es tan rico en descripciones y analogías que en repetidos momentos me encontré a un protagonista de lento caminar y movimientos tan bruscos y toscos que evitaba exteriorizar lo que sentía en su interior para no espantar a su familia o compañeros del colegio. Es por esto que no pude evitar ver una pequeña afinidad de Adam con la criatura de Shelley cada vez que Walton hacía alusión a su altura. Ésta conexión me reclamaba a gritos la injusticia que vivía Adam cada vez que su esquizofrenia quedaba expuesta. Por ello la constante necesidad que ocultar su realidad y emprender la enorme empresa que significaba para él fingir normalidad. La enfermedad, con mucho pesar, no es algo que de lo que podamos escapar y simplemente fingir que no existe. Pero muchas veces nos encontramos haciendo nuestro mejor intento con el fin de no alejar al resto de las personas. Crear espejismos de nuestra realidad no siempre es la solución, pero la sociedad nos ha enseñado que cuando poseemos alguna característica que nos diferencia del resto pasamos a tener un dedo que nos señala constantemente.
Mi conocimiento sobre la esquizofrenia no me permite acotar nada en cuanto al tratamiento narrativo que hace la autora a sus síntomas. A pesar del grado de realismo que maneja a lo largo del relato, algunos detalles me parecieron un poco excesivos, casi caricaturescos, aunque sí logró transmitir de manera impecable la abstracción que llegan a alcanzar las personas con este tipo de patologías. Si cada persona tiene en su mente un mundo propio, imagina la mente de Adam, dividida en dos universos paralelos e intentando seguir la corriente a ambos. Porque, de algún modo, a lo largo de su transformación entiende que la salida no es ignorar sus alucinaciones sino aprender a convivir con ellas (que no es sinónimo de resignación). Algunas veces ésto le jugaba a favor porque la presencia de algunos de los extravagantes personajes que no lo dejaban ni a sol ni a sombra lo ayudaba a decodificar sentimientos o estados de ánimo por los que transitaba pero no llegaba a entender con suficiente claridad.
Mensajes en las paredes del baño relata con mucha desenvoltura una historia juvenil con una temática, sin dudas, de mucho peso. Con un estilo despreocupado y liviano, poco a poco conectamos con verdades incómodas y necesarias y un recorrido del protagonista que no nos deja indiferentes.
"La realidad es subjetiva. Hay muchísimas cosas que no son reales para todos. El dolor, por ejemplo. Es real únicamente para el que lo está sufriendo, el resto de las personas tienen que confiar en las palabras de la víctima."
MI CALIFICACIÓN
Gracias a Riverside Agency por el ejemplar
Julia Walton obtuvo una Maestría en Escritura Creativa por la Universidad de Chapman. Cuando no está horneando galletas o leyendo, disfruta de su amor por las golosinas, los lápices mecánicos y los desayunos abundantes al estilo hobbit. Julia vive en Huntington Beach, California, con su esposo y sus dos hijas. Pueden seguirla en Twitter a través de @JWaltonwrites.
¡Hola, bella! Me encantó tu reseña y, no sé si alguna vez lo dije, pero tu forma de describir las cosas me dan ganas de aplaudirte. Ojalá mi reseña sobre este libro fuese tan buena como la tuya.
ResponderEliminarAhora volviendo un poco al libro tengo que admitir que la historia me gustó muchísimo. Me encantó aprender sobre la esquizofrenia y palpar de esa forma los sentimientos que podrían llegar a tener las personas que la padecen. A pesar de que me pareció un libro lento, lo recomiendo un montón. Y no veo la hora de leer algo más de la autora.
¡Saludos enormes!
http://flordetintaazul.blogspot.com.ar/?m=1
¡Hola! Gracias por leer y por tan lindas palabras. Es un enorme halago. Estoy segura de que cada reseña tiene su encanto propio y la tuya no debe ser la excepción.
EliminarEs cierto que la novela nos acerca un poco a una enfermedad poco retratada en la literatura juvenil, lo que la convierte en un relato interesante. Esperemos tener pronto libro nuevo de la autora.
Un abrazo grande.
Hola Mary! Muchas gracias por la reseña♥. Coincidimos en muchas cosas de esta reseña, lo que mas me gusto fue el humor del protagonista y en general me hizo pasar un buen momento aunque se me hizo pesado de a momentos. Me alegro que te haya gustado.
ResponderEliminarBesos.
¡Hola Diana! Gracias a vos por leer ♥
EliminarDe verdad que Adam no tiene pelos en la lengua :P A veces se le va de las manos, pero le sabe aportar humor al diario!
¡Un abrazo!